“Que los criminales no se amparen cobardemente en el contexto de las personas buenas de este país y que den la cara”, dijo nuestro secretario de Gobernación, el jueves 8 pasado.
El mismo día, por la noche, Denisse Maerker, en su programa Punto de Partida, nos muestra la videograbación de lo ocurrido en Creel, Chihuahua: se aprecia el arribo de más de diez camionetas, de las cuales descienden, al menos, veinte individuos fuertemente pertrechados, con armas largas; impunemente recorren las calles del pueblo, bloquean las carreteras, amenazan a personas y terminan asaltando una casa y matando a algunos de sus ocupantes, entre ellos niños. Todo ello grabado por las cámaras de vigilancia de un C4 (Centros de Control, Comando, Comunicación y Cómputo); el episodio transcurre por una hora aproximadamente, según informa Denisse y ni por equivocación se aprecia reacción alguna de autoridad alguna.
El viernes 9, el titular de la Procuraduría General de Justicia de Sonora informa que la noche del jueves previo, un grupo de entre 80 y 100 individuos, en 15 vehículos, portando armas largas, atacó la comunidad de Maycoba, municipio de Yécora, donde fueron ultimadas cuatro personas y fue incendiada la base de la Policía Estatal Investigadora.
Resulta aterradora la impunidad con la que operan estos pequeños ejércitos, minorías ridículas, como fueron calificados por el ejecutivo federal, sin que nadie les salga al paso, sin que nadie los enfrente, sin que nadie les dé la cara.
La decisión estratégica que inició esta espiral de violencia tuvo el fin de combatir al narcotráfico; fin obcecadamente sostenido frente a la evidencia, venida de todas partes, de que no había posibilidad de derrotar a un fenómeno emergente mediante el uso exclusivo de la fuerza. Hoy, que la evidencia es apabullante, deciden cambiar los fines, el secretario Gómez Mont niega que el fin sea el narcotráfico, dice que el narco es un componente menor, afirma que el fin es la seguridad de los mexicanos.
Alguien tiene que decirle que en cualquier estrategia los fines no tienen falla, lo que puede fallar son los modos y los medios; reorientar la estrategia puede ser lo correcto, siempre y cuando se asegure de no utilizar los mismos modos y medios que han demostrado ineficacia.
De ninguna manera debemos regatearle apoyo al presidente Calderón, en cuanto a los nuevos fines de su estrategia de Seguridad Pública, no obstante, es tiempo de que él y su gabinete abran sus oídos a la abundante crítica respecto a los modos, medios y resultados; cada minuto cuenta, el tic tac de las balas ya desgrana vidas infantiles; esto nadie debe ignorarlo u olvidarlo, ni creo que estemos dispuestos a perdonarlo.
Si a sus colaboradores inmediatos ya se les acabaron las ideas, o nunca las tuvieron, recordemos que ellos podrían ser otra minoría ridícula, comparados con la inmensa mayoría de mexicanos dispuestos a pensar y trabajar por la paz.
La realidad nos convoca, como en el 85, después del terremoto, a compartir y discutir todas las ideas y propuestas, ya es hora de detener esta debacle. Si no lo hacemos juntos, cuando las generaciones futuras cuestionen nuestra mezquindad, ¿quién dará la cara?.
F. Crisóstomo.
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Si la verdad la impunidad con que operan las bandas del narco ya no me da coraje o angustia, me da terror.
Que bueno que haya quien denuncie la ineficacia de nuestras autoridades a fuerza de machacar quizas algùn dia se encuentre una soluciòn.
¿Será que estamos llegando al grado en que las familias ya tienen un nuevo modo de vivir, en donde en lugar de obtener una carrera, se buscan un clan de impunidad para lograr obtener un mejor modo de vida?