NO ME AYUDES COMPADRE

Aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no jode. Ricardo Arjona.

Rick Perry es el nombre del actual gobernador de Texas, también es precandidato presidencial republicano. Nada de esto tendría trascendencia, para nosotros, si no fuera por sus más recientes declaraciones.

En octubre pasado, anunció que, en caso de ganar la presidencia de su país en el 2012, estaría dispuesto a enviar tropas estadunidenses a México, para ayudar a combatir al crimen organizado. Al respecto, Arturo Sarukhán, embajador de México ante la Casa Blanca, respondió que la presencia de tropas estadunidenses en territorio mexicano «no está sobre la mesa» ni figura en los esquemas de cooperación. No obstante, el pasado 7 de Octubre, pronunció las siguientes palabras: «No nos equivoquemos. Lo que estamos viendo al sur de la frontera no es nada menos que una guerra que libran estos narcoterroristas. Están propagando la violencia a ciudades estadounidenses, le están vendiendo venenos (drogas) a nuestros niños» (…) «Frente a esta amenaza, no debemos descartar ninguna opción de la mesa, incluyendo operaciones de seguridad en cooperación con el Gobierno mexicano, como hicimos con Colombia hace unos años»

Evidentemente, un discurso incendiario, insidioso y sesgado. Los mexicanos ya estamos acostumbrados a la beligerancia discursiva de los políticos gringos en épocas de elecciones, consistentemente recurren al “petate del muerto” para azuzar a sus votantes y enfocar las emociones; la insidia no nos sorprende, al fin y al cabo son políticos; pero lo importante es el sesgo que el discurso pretende dar a la verdad.

Es difícil creer que el sesgo sea involuntario, es decir, por ignorancia, pues debe estar bien informado tanto de la operación “Rápido y furioso” – que, en 2009, con la complacencia de funcionarios de ese país, facilitó la introducción ilegal de más de 2,000 armas desde Estados Unidos a México – como del operativo “Receptor Abierto”, de idéntica naturaleza, realizado entre 2006 y 2007. Más difícil resulta creer en su ignorancia, si ponemos atención a las recientes declaraciones de Erick Holder, procurador general estadounidense, quien ha reprochado a los políticos norteamericanos el utilizar estos incidentes para golpear políticamente al gobierno de Obama, al tiempo que se niegan a reformar las leyes para frenar el tráfico de armas a México.

“También en San Juan hace aire”, reza un dicho; Rick Perry es, solamente, una confirmación de lo dicho por el presidente Calderón, cuando, ante los 300 líderes más destacados de México, calificó, si bien con ironía, a la política como “actividad deleznable”; Perry intenta hacer creer a sus compatriotas que la violencia en territorio mexicano es una amenaza a la seguridad de su país; intenta ocultar que el consumo de drogas ha sido la pólvora y el tráfico de armas ha sido la chispa que detonaron la actual situación, ambas originadas en el seno de la sociedad norteamericana, incluso, consentidas y arraigadas como valores de esa sociedad; nosotros pusimos el comburente, en forma de corrupción, impunidad y debilidad institucional.

Veámoslo como una ecuación cuyo resultado ha sido la intensificación de la violencia criminal en nuestro país; independientemente de otras variables, a dicha ecuación reste usted el consumo de drogas de nuestros vecinos y elimine usted la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, ¿cuál estima usted que sería el resultado?

Sin el consumo (y el prohibicionismo) el narcotráfico no acumularía el enorme poder económico que hoy exhibe (recuerde al Chapo en Forbes); sin las armas, su capacidad de intimidación social y de deterioro de la confianza en las autoridades no habría crecido como lo ha hecho.

No gusto de las teorías de conspiración, porque siempre quedan cabos sueltos, ni del nacionalismo a ultranza, porque creo en una comunidad global, pero, creo que sí podríamos conectar una serie de puntos que nos dejarían ver una secuencia perversa de eventos.

En 2006, mientras un ríspido proceso electoral nos legaba una presidencia de la república fuertemente cuestionada en términos de legitimidad, el gobierno norteamericano entregaba armamento a los delincuentes, mediante el operativo “Receptor Abierto”. Fueron tensos momentos, la polarización social había llegado a extremos peligrosos, provocados por la ambición y vileza de nuestros políticos (todos, de todos los colores); ¿a quién se le ocurrió, en este contexto, armar a los delincuentes?, ¿qué hacían nuestros servicios de inteligencia?, en verdad, ¿nadie se enteró?

Miles de muertos después, invadidos por el temor, una crisis financiera (el catarrito de Carstens) derrumbaría las, ya de por sí escasas, esperanzas de miles de mexicanos; la promesa de campaña de Felipe Calderón, de ser “el presidente del empleo”, se hizo añicos. Dicen los enterados que cuando la esperanza se rompe, el miedo se esfuma. Vino luego la influenza (H1N1/09) a recordarnos que aún teníamos la vida; el miedo a morir trajo de su mano la esperanza de sobrevivir. Si bien la pandemia no tuvo los efectos temidos, al menos no en cuanto a decesos, otros efectos se hicieron visibles, toda clase de dudas se instalaron en la opinión pública, la única certeza fue que no podríamos estar peor: países amigos nos cerraban sus fronteras, las inversiones acusaron la incertidumbre, negocios cerrados, espacios públicos vacíos, etc. Entretanto, la Oficina Federal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de los Estados Unidos desplegaba el operativo “Rápido y furioso”, proveyendo de más fusiles de alto poder a grupos narcotraficantes mexicanos. El gobierno norteamericano explica que se ha tratado de “operaciones fallidas” sin “mala leche”, y sería imposible e inútil intentar comprobar algo distinto.

Bajo estas circunstancias y evidencias, quiero creer que los operativos fallidos de las autoridades norteamericanas han estado precedidos de buenas intenciones, por lo que, al más puro estilo mexicano les pediría: ¡No me ayudes compadre!

 

F.Crisóstomo.

 

CHISTE:

Una pareja de perros tiene sexo en la calle; Pepito los observa y pregunta a su padre por lo que está ocurriendo; el padre, nervioso, explica que el perro se ha lastimado una pata y la perrita le está ayudando a desplazarse. Indignado, Pepito responde: ¡Perro malagradecido!, encima de que le ayuda, todavía la va fornicando.

 

NOTA:

Encima de que nuestras fuerzas armadas han evitado que miles de millones de dosis ingresen a los EEUU, las autoridades gringas proveen de armas a los narcotraficantes.

 

 

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