EL MONSTRUO

El robot va a perder. No por mucho. Pero cuando se anote el resultado final, la carne y la sangre derrotarán al monstruo maldito. Adam Smith.

Si usted no ha visto el video de los indignados españoles, lo invito a verlo; aparece abajo, aquí mismo; podrá usted ver a un hombre de edad avanzada temiendo perder su dignidad, a una mujer temiendo perder el empleo, a un hombre maduro temeroso de no poder pagar por su salud.

Yo lo he visto varias veces, y siempre me quedé con la sensación de que algo no andaba bien en el mensaje, no atinaba a definirlo, pero la sensación persistía.

Días atrás, a raíz de la manifestación de repudio contra Enrique Peña Nieto, en la Universidad Iberoamericana, pude delinear la causa del malestar que el video de los indignados me estaba produciendo: la indignación, representada como fruto de las carencias, no representa toda la indignación; los estudiantes de la Ibero nos han permitido palpar que la indignación surge, también, del acceso a la información, de la investigación, de la reflexión y de la conciencia.

Para quienes me favorecen con su atención en otros países hermanos, debo aclarar que la Universidad Iberoamericana ha sido estereotipada como propia de estudiantes de las clases económicamente altas.

Entonces, esos jóvenes, pretendidamente sin carencias, al menos económicas, nos han ayudado a descorrer el velo mítico de que la indignación es un asunto de clases, permitiéndonos apreciar su verdadero fondo: la irreversible toma de conciencia de que los soportes morales de la nación están dañados y de que, sin ellos, no hay rumbo que valga la pena.

Esa misma clase de conciencia emerge en otros muy diversos espacios universitarios; en días pasados se celebraron simulacros de elecciones en la UNAM, la UVM y la Escuela de Periodismo Carlos Septién, con resultados totalmente diferentes de los obtenidos por las diversas empresas encuestadoras del país y difundidos por los medios masivos.

 

 

 

Mientras las encuestas muestran resultados con tendencias de centro-derecha, los simulacros de elecciones hacen evidente una tendencia de centro-izquierda; las diferencias, tal vez, puedan dejarse ver a través del siguiente texto:

“Los súbditos exaltan la tranquilidad pública; los ciudadanos, la libertad intelectual; el uno prefiere la seguridad de la posesión; el otro, la de las personas; éste dice que el mejor gobierno debe ser el más severo; aquél sostiene que el más suave; cuál quiere el castigo del crimen, cuál su prevención; (…) quién se contenta con que el dinero corra, quién exige que el pueblo tenga pan.”

El texto, escrito en 1761 por Jean Jacques Rousseau, ilustra la decadencia a la que nos han llevado nuestros gobiernos recientes: se han reducido nuestras libertades en nombre de la seguridad (arraigos, retenes); la incertidumbre sobre nuestra integridad personal ha crecido (Ejecuciones, secuestros, “daños colaterales”); la estrategia de aniquilamiento cuenta ya las 60,000 víctimas (todas inocentes, porque no se demostró lo contrario); las escuelas, que precariamente enseñan a leer, no atinan a formar ciudadanos; los indicadores macroeconómicos se mantienen saludables mientras la pobreza crece.

En síntesis, a cuenta de nuestros miedos, el poder gubernamental ha crecido hasta, como ha dicho Julián LeBarón, volverse criminal. Criminal también sería nuestra apatía, o complicidad.

De ningún modo estoy diciendo que la solución esté en votar por tal o cual candidato, esa también sería una simplificación criminal; la solución está en, como antes lo he dicho, construir el entramado institucional que evite que las fallas y las carencias técnicas y éticas de los gobernantes nos sigan causando daño; esencialmente, se trata de lograr que el ejercicio irresponsable del poder tenga consecuencias reales –que el gobernante tema fallar al gobernado–.

Si hoy tuviera que tomar las calles para manifestarme indignado, lejos de hacer reclamos viscerales de venganza (que siempre son mirada al pasado), yo llevaría cuatro pancartas, escritas con reflexión y visión de futuro:

  •  Que la procuración de justicia se independice del Poder Ejecutivo.
  •  Que la Auditoría Superior de la Federación tenga facultades coactivas.
  •  Que toda clase de fueros sean acotados o eliminados.
  •  Que los institutos ciudadanos (IFAI, IFE) sean fortalecidos, eliminando o reduciendo la influencia que los partidos políticos ejercen hoy sobre ellos.

En el 68, con apenas 11 años de edad, vi a los estudiantes subir a los camiones, repartir panfletos y pronunciar discursos para despertar la conciencia de los menos informados. A pesar de la represión de unos y de la indolencia de otros, nadie puede negar lo que lograron: llegamos al siglo XXI cargados de esperanzas libertarias. A doce años de distancia, el necrófilo aliento del pensamiento mecanicista ha provocado un retroceso, pero, nuevamente, los jóvenes universitarios nos están llamando a reaprender, a recuperar la pasión, a volver a ser carne y sangre, y, por la vía de la razón, a derrotar al robot.

 

F.Crisóstomo.

 

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