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AUTOMÁGICAMENTE (Parte II)

Sembrando el caos (…) sustituiremos sus valores, sin que sea percibido,
por otros falsos, y les obligaremos a creer en ellos.
El Arte de la Inteligencia, 1963, Allen Wels Dulles

 

El comportamiento de los sistemas emergentes surge desde la base, es decir, se conforma con la interacción de las conductas individuales; en los sistemas sociales, las estructuras jerárquicas son solamente una abstracción que no garantiza eficacia al intentar dirigir o controlar el comportamiento global. Esta es la razón principal del fracaso de las tendencias prohibicionistas; la prohibición sobre satisfactores demandados, mágica y automáticamente, provoca el desarrollo de mercados negros.

Es posible que, en los meses próximos, usted pueda corroborarlo en el caso de la reciente prohibición de la venta de antibióticos sin receta: junto con la prohibición, los precios se elevarán (al precio del medicamento se agregan los honorarios de la consulta) y se conformarán estructuras logísticas alternas (delincuenciales) dispuestas a beneficiarse, contrabandeando o robando el producto, para resolver el problema de una escases artificialmente inducida. Seguramente el Estado responderá con una burocracia especializada para penalizar la anormalidad, misma que incrementará los costos asociados al problema, sobrecargando al sistema policiaco-judicial sin haber resuelto el problema original: el riesgo sanitario derivado del uso indiscriminado de antibióticos.

En cualquier sistema, siempre que deseamos provocar un orden determinado, lo que en realidad hacemos es agregar información a los componentes; por ejemplo, al fabricar un producto, a los materiales les añadimos información respecto de las características físicas que conforman el orden deseado (forma, tamaño, color, sabor, textura, etc.). La energía que se emplea en la manufactura es solamente la vía para lograr que los componentes se relacionen de acuerdo con el orden descrito por la información y siempre se busca reducir la cantidad de energía empleada, no así la cantidad de información. En conclusión, no es el empleo de energía sino el uso de la información la que permite inducir cambios en los sistemas, esto es especialmente cierto en los sistemas sociales humanos.

Tal vez, el mayor problema, en el tema del narcotráfico, es la información sobre la que se ha sustentado la prohibición; en general, con ella se han construido estereotipos incorrectos y nocivos respecto del consumo y la dependencia; un estudio de la OMS reveló que, en la mayoría de las sociedades estudiadas, la drogadicción se encontraba entre las anomalías más reprobadas socialmente, seguida, no de muy lejos, por el alcoholismo. Este estigma provoca que los afectados eviten buscar tratamiento y diluye la efectividad de las políticas públicas de prevención y tratamiento. La OMS también ha estudiado la carga mundial de morbilidad y lesiones, los resultados destacan que la mayor parte de carga de morbilidad mundial se debe a las sustancias lícitas (Alcohol, tabaco), más que a las ilícitas.

El inicio en el consumo de sustancias psicoactivas (Lícitas o ilícitas) es impulsado por sus propiedades placenteras y por el contexto social. Probar estas sustancias no implica adicción, pero, la frecuencia y la cantidad consumida sí aumentan el riesgo de dependencia. Actualmente, no hay forma de medir la vulnerabilidad a la dependencia. La dependencia es un trastorno complejo, cuyos determinantes pueden ser biológicos, genéticos, psicológicos, sociales, culturales y ambientales.

Los progresos de la neurociencia han dejado claro que la dependencia de sustancias es un trastorno cerebral, tanto como cualquier otra enfermedad neurológica o psiquiátrica, desmitificando las visiones maniqueas y las consideraciones ético-religiosas. A lo largo de su vida, muchas personas prueban sustancias y enfrentan experiencias potencialmente adictivas (Juego, sexo, etc.), pero la mayoría no se vuelve dependiente.

La susceptibilidad a la adicción depende, entre otros, de factores genéticos: según algunas estimaciones, el riesgo de dependencia es ocho veces mayor en los familiares de personas con dependencia. Aunque los avances en genética pudieran permitirnos conocer el riesgo de adicción de una persona, enfrentaríamos el problema ético inherente: la persona genéticamente vulnerable se encontraría en desventaja; independientemente de que su autoestima pudiera verse mermada, sus intereses financieros y sociales serían afectados negativamente, sobre todo si esta información se hace pública (la compañía de seguros puede negarse a asegurarla, el empleador a contratarla o la pareja a contraer matrimonio).

La adicción no se evita solamente con fuerza de voluntad o de carácter, es un trastorno médico crónico y recidivante (que reaparece tiempo después de padecida), que a menudo coincide con otros trastornos físicos y mentales.

La estigmatización y la discriminación son los principales obstáculos al tratamiento de la dependencia; la sociedad reacciona como si los enfermos de adicción hubieran perdido sus derechos a la salud, la educación y el trabajo, provocando una exclusión que realimenta el problema; le ofrezco algunos datos al respecto: Eduardo Olmos, alcalde de Torreón, en su esfuerzo por depurar a sus cuerpos policiacos, enfrentó un paro de labores dando de baja a 600 de los 700 policías municipales; 200 aceptaron la liquidación, 400 pidieron ser recontratados; de estos últimos 120 rechazaron someterse al antidoping y 110 al polígrafo; de los 170 restantes, 100 fueron calificados como no aceptables, 69 recomendables con reservas, y solamente uno como recomendable; durante el reclutamiento de nuevos policías, de cada 100 aspirantes, sólo 12 pasan los exámenes (datos tomados de la columna “Atando Cabos”, de Denise Maerker, El Universal, 21/07/2010). Ante tales datos, tal vez se nos antoje preguntar, ¿estamos tan penetrados por el crimen, que escasean las personas que satisfagan los criterios de confiabilidad? o ¿estarán mal diseñados los criterios de las pruebas?; sin embargo, la pregunta que subyace es, ¿qué estamos haciendo con quienes no satisfacen los criterios?; la respuesta es apabullante: simplemente, ¡los rechazamos!; nadie se ocupa de las consecuencias de ese rechazo; hacerlo, tal vez, sería una verdadera estrategia de prevención y probablemente los costos serían menores a las consecuencias de la inacción.

Así que, el consumo y la adicción no es un asunto de ángeles y demonios; sus implicaciones trascienden la esfera de cualquier especialización, por lo que sus soluciones deben ser planteadas en un ambiente multidisciplinario y no solamente policiaco. Ya puede usted ver que la información correcta puede cambiar la perspectiva social e influir positivamente en el diseño de políticas públicas que realmente atiendan el problema de fondo y no induzcan presión innecesaria sobre el comportamiento impredecible de un sistema emergente.

Continuará…

F. Crisóstomo.

 

Nota: El fenómeno de exclusión laboral se ha contagiado a la industria de la seguridad privada e incluso a importantes empresas, otrora respetuosas de la condición humana, sin que se atine a tener una respuesta de tratamiento del rechazo.


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