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CONTROL DE DAÑOS.

 

Así como la abeja toma el néctar y se marcha sin dañar el color o el aroma de las flores, así debería actuar el sabio en un pueblo.
Dhammapada, BUDA.

 

Entendiendo por crisis la pérdida de credibilidad o confianza pública, México ha estado atravesando por sucesivas crisis. Primero, la mal llamada guerra al narco esparció por el mundo la percepción de que, en nuestras calles, la gente podría estar muriendo a causa del fuego cruzado entre la fuerzas del orden y los cárteles de la droga; luego, la crisis financiera global, por la cual algunos “Tiranetas” esparcieron la especie de un clima de ingobernabilidad; finalmente, la propagación del virus AH1N1, que proyectó la imagen de un país lleno de contagiosos indeseables.

La gestión de las crisis tiene como su primer propósito el control de daños, que no significa otra cosa que evitar la metástasis, confinando los efectos a los espacios más reducidos posibles. Para que el control de daños logre sus propósitos, es imprescindible un fuerte liderazgo, que genere una visión compartida, capaz de medir el riesgo, elaborar escenarios hipotéticos, preparar respuestas adaptables y neutralizar las contradicciones, todo ello en un ambiente de celeridad, transparencia y empatía con las partes interesadas.

Durante un evento traumático, la información (cierta y falsa) fluye llenando todos los vacíos, la capacidad de discriminación se ve reducida y las falsedades pueden llegar convertirse en profecías autocumplidas. Nada es más dañino en una crisis que la opinión desinformada de un experto; esto nos plantea un reto especial, no es aconsejable entrar en contradicciones, la única vía es poner argumentos en manos del experto y pedirle que reconsidere sus juicios. Eso pretendo en esta entrega.

Recibí en mi correo un documento titulado “La Colombianización de México (A comparative analysis of the drug war in Colombia and Mexico)”, firmado por Andres Otero, Managing Director BI&I and Miami Office Head de la empresa consultora Kroll y fechado en abril de 2009.

El documento se concentra en el problema del tráfico de cocaína, enfocando la atención en Colombia y en México. Respecto de México, el autor del documento asocia la llamada guerra al narcotráfico con la posibilidad de que se transforme en un estado fallido y que ello genere consecuencias para las empresas que invierten en este país. Una frase de sus conclusiones despierta mi preocupación: “It is hard to make any predictions on Mexico as a potential failing state” (Es difícil hacer cualquier predicción sobre México como un potencial Estado Fallido); viniendo de un experto, puede desatar olas de incertidumbre y obstaculizar cualquier esfuerzo de control de daños que en nuestro país se emprenda.

Primeramente, es indispensable comprender la naturaleza y alcance del Índice de Estados Fallidos: fue desarrollado por The Fund for Peace, es solamente parte de una herramienta informática para la evaluación de conflictos (CAST, Conflict Assessment System Tool), basada en una metodología de cinco pasos: 1. Pre-evaluación, 2. Calificación de los doce Indicadores, 3. Evaluación de los cinco instrumentos clave, 4. Identificación de STINGS, 5. Construcción de un mapa del conflicto. El segundo paso de la metodología resulta en el índice de estados fallidos, multicitado erróneamente como un elemento independiente de juicio; la abstracción sobre los resultados de uno de los pasos, en una metodología interdependiente, resta precisión a los juicios que sobre ella se emitan. Aún así, el Índice de estados fallidos se viene publicando desde el 2005; desde entonces, México ha logrado una reducción del tres por ciento de su falibilidad. El índice 2008 sitúa a México en la posición 106 de los 177 países evaluados, con 72.2 puntos de falibilidad, siendo Somalia el Estado más falible (en la posición 1, con 114.2 puntos) y Noruega el menos falible (en la posición 177, con 16.8 puntos). 

El autor del texto también cita el informe publicado por el US Joint Forces Command, en relación a la falibilidad del estado mexicano, pero, aunque lo menciona, parece minimizar el hecho de que tal informe es un ejercicio hipotético que calcula una probabilidad en el peor de los escenarios (worse case); cabe aclarar que, en un escenario “worse case”, hasta los Estados Unidos podrían calificar como un Estado Fallido. Por cierto, el 18 de marzo pasado, el jefe del Comando Norte del Ejército de EU, el general Victor Renuart, rechazó que México pueda encajar dentro de la categoría de un Estado fallido.

La violencia derivada del enfrentamiento del estado colombiano contra el narco no se terminó en Colombia, el negocio se trasladó a México, y con ello su capacidad de corrupción y generación de violencia. La lucha contra la distribución interna y el consumo, que los Estados Unidos no han emprendido (que no serían posibles sin corrupción de las autoridades norteamericanas), se ha transformado en violencia fuera de su territorio, primero en el país productor, luego en el país de trasiego. En la medida que México logre disminuir el poder del narco, aumentará el riesgo en otros países, mientras no se logren reducciones en el consumo.

Afortunadamente, la visión norteamericana del combate a las drogas parece estar cambiando; recientemente Hillary Clinton manifestó: “las políticas que estuvimos implementando no han funcionado (…) nuestra insaciable demanda por estupefacientes ha alimentado el tráfico de drogas”; Gil Kerlikowske, actual zar antidrogas, declaró: “el éxito de nuestros esfuerzos (…) depende enormemente de nuestra habilidad de reducir la demanda por ellas”. Esto modifica sustancialmente el escenario y nos permitiría pronosticar una reducción de los niveles de violencia asociados al narco.

Los mayores daños sobre la economía mexicana y sobre las empresas que invierten en México, no han sido causados por la guerra al narco, sino por la crisis financiera global y su impacto en los Estados Unidos, que es nuestro principal socio comercial. Cabe apuntar que la reciente aparición del virus AH1N1 tuvo un impacto importante en la industria turística mexicana, debido a la decisión de algunos países de restringir los flujos con México. Como los datos disponibles lo demuestran, y la OMS lo confirma, México actuó responsablemente y con absoluta transparencia ante una amenaza, inicialmente, de pronóstico desconocido. Un Estado Fallido no podría integrar una reacción tan eficiente ni asumir los costos inherentes. Ante los desastres, siempre hemos evidenciado una enorme capacidad de respuesta, soportada en una ciudadanía solidaria, lo cual constituye una garantía para cualquier inversionista.

En algún lugar del texto, el autor asume que parte del problema de la violencia del narco radica en que México no ha permitido la intervención de los EE.UU., atribuyéndolo a un fuerte sentimiento nacionalista; no obstante, en lugar de intervención tenemos colaboración; vale recordar que la mayoría de los capos de la droga, juzgados en los EE.UU., fueron extraditados desde México.

Una perspectiva diferente podría ver el sentimiento nacionalista mexicano como una ventaja competitiva ¿qué inversionista rechazaría la certidumbre que brinda un capital humano, cuyo sólido componente cultural facilita la equifinalidad?.

Según un estudio elaborado por la consultora AlixPartners, en el ranking 2008 de países con bajos costos, México se ubicó en el primer lugar, China descendió a la tercera posición mientras que India conserva su segunda posición. La consultora compara costos de producción de diferentes países, en relación con Estados Unidos, verificando cambios de mediano plazo. Por otro lado, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales (CEEG), que agrupa a 38 importantes empresas, informó que esas trasnacionales invertirán 6 mil 300 millones de dólares este año, en México.

México no rechaza lo extranjero, lo asume, lo aprende, lo integra sin perder su identidad. Tanto éxito han tenido en nuestro territorio la fast food, las parrilladas argentinas, el vino chileno, la moda europea, la espiritualidad oriental (solo por mencionar algunas manifestaciones) que a su alrededor se han tejido y prosperado empresas y empresarios de todas las nacionalidades. Hoy es posible confirmar que las tiendas de conveniencia (7 eleven, OXXO) se han dispersado por todo nuestro territorio y conviven con nuestros tradicionales tianguis, de la misma forma que las pizzerías lo hacen con nuestras taquerías. Por lo que se, Kroll mantiene una exitosa presencia en México, según se puede leer en su página de Internet: Diez de las 20 mayores corporaciones en México utilizan los servicios de Kroll.

En México, la violencia no está fuera de control, nuestro ejército contribuye a su contención mientras el sistema de justicia y seguridad enfrenta un proceso de reingeniería, nuestra joven democracia pugna por ciudadanizarse (en las próximas elecciones de Julio, tendré el honor de participar contando los votos); la infraestructura está en pleno funcionamiento.

Sin duda tenemos muchos problemas, somos conscientes de ellos porque somos ciudadanos informados y autocríticos, pero no nos falta empuje ni creatividad; vivimos en libertad, nos expresamos con libertad, la suficiente para que muchos profesionales de la opinión soporten sus análisis en el trabajo de nuestros periodistas.

Espero que esta argumentación me ayude a convencer al autor del mencionado texto, para que reconsidere sus opiniones, lo cual agradecería enormemente.

 

F. Crisóstomo.


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