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AUTOMÁGICAMENTE (Parte V)

Y lo peor que puede suceder es que la “putilla del rubor helado”,
 como llamó José Gorostiza a la muerte, se apropie de las calles,
las plazas y las ciudades que hasta hace poco eran nuestras.
Margarito Cuéllar.

 

Hemos explorado el fenómeno de la narcoviolencia actual, a la luz de las características propias de los sistemas emergentes; ahora podemos reconocer que el comportamiento global del fenómeno es resultante de la interacción no sólo de los criminales, sino del entramado social e institucional en su totalidad; también sabemos que su complejidad y adaptabilidad espontanea provoca que cualquier intervención de fuerza produzca resultados poco controlables. No obstante, es claro que la propia dinámica social permitiría orientar su evolución, si lográramos facilitar y orientar los canales de colaboración en el sentido deseado.

En los sistemas jerárquicos, las soluciones tienden a desplazar los problemas (de lugar o en el tiempo), provocando que el inmediatismo de las soluciones sea causa de problemas futuros. El endurecimiento de las fronteras, consecuencia del 9/11, provocó el desarrollo del narcomenudeo. Si usted viaja hacia el Norte, encontrará que los retenes de inspección están del lado derecho; al tiempo que se evita el tráfico de drogas, se facilita el contrabando, incluso de armas, que es uno de los principales factores de la elevación del nivel de violencia. Bajo la perspectiva de que a nuestro vecino del Norte no le molesta su narcoconsumo y de su negativa a controlar la venta de armas, ¿qué ocurriría si los retenes se orientaran a inspeccionar lo que ingresa, para contener el flujo de armas?

Una propiedad de los sistemas es la “realimentación compensadora”; las intervenciones, aún las que demuestran efectividad, pueden provocar que el esfuerzo requerido para mantener dicha efectividad tenga que incrementarse continuamente. Es así como se puede comprender la evidente escalada de violencia que se observa actualmente y el continuo incremento del gasto dedicado a la seguridad pública. Cualquier solución que actúe sobre los síntomas, tenderá a desarrollar tolerancia y se tornará demandante, la solución armada a la narcoviolencia tiene estas características. ¿Qué es más caro, el gasto en pertrechos de guerra o la inversión en la prevención y tratamiento de adicciones?

Cualquier intervención siempre provoca una reacción inercial inicial que puede hacer suponer un empeoramiento. No obstante, la persistencia de la intervención, en los sistemas emergentes, es altamente dependiente de la solidez de la visión compartida, fundada en la calidad de los fines. Es fácil ceder a la tentación de intervenir en el plano de lo tangible, a través del endurecimiento normativo y penal, no obstante, el mayor potencial de intervención se encuentra en los elementos intangibles (actitudes y modelos mentales de la gente). La prohibición sobre los narcocorridos y la estigmatización de otros elementos culturales asociados al narco, provocan la consolidación de su base social; ejemplar fue el sonado caso de la destrucción de altares dedicados a la Santa Muerte y al santo Jesús Malverde, que provocó un sentimiento de animadversión hacia las autoridades que lo llevaron a cabo y la consecuente protesta social. No obstante, los mismos elementos culturales pueden ser aprovechados para dar sentido a una intervención positiva en el sistema. ¿Qué pasaría si a la población vulnerable, en vez de prohibición, estigmatización o exclusión se le empoderase para desarrollar sus propios proyectos socioculturales?

Las soluciones fáciles, probadas o efectistas pueden ser adictivas, y sus efectos perniciosos son difíciles de erradicar. La tortura puede ser eficaz para arrancar confesiones, pero es perniciosa para la justicia. Elevar las bardas, reforzar con rejas, colocar guardas de púas es una secuencia efectista y probada, que probadamente termina socavando el entramado social, a cambio de una falsa sensación egoísta de seguridad y siempre se requerirá más. Si bien, la precaución nunca está de más, debemos establecer límites al miedo; toda medida que nos empuje al aislamiento pervierte el sentido de comunidad y desvanece el poder de la colaboración, por lo que debería ser considerada con verdadera precaución.

El éxito de las intervenciones, en los sistemas emergentes, más que en la intensidad, recae en la focalización sobre un punto de alto apalancamiento, que generalmente se encuentra en las estructuras subyacentes.

En la mayoría de las conversaciones sobre la criminalidad, después de pasar por la descomposición social y por la escasa cultura cívica, generalmente termina en la mala calidad de la educación. No obstante, me encuentro con frecuencia con una torcida idea de Educación, que apunta a un mecanismo donde los educandos, además de acumular conocimiento enciclopédico, habrían de ser capaces de recitar valores y someterse a las normas. Parece que olvidamos que el fenómeno lúdico es la vía natural del aprendizaje temprano; que la principal función del juego es el aprendizaje; que el proceso de enculturación surge de manera natural, a través del juego; que mediante el juego social aprendemos a establecer y respetar acuerdos, los que se convierten en reglas del juego formal; que la facultad de construir reglas y jugar dentro de ellas es el sustento de constructos sociales como la democracia, la religión y la ciencia; que esa clase de constructos son determinantes de la calidad de la civilización. Y todo esto se consolida entre los dos y los siete años.

Cierto que la educación es uno de los puntos de más alto apalancamiento que podemos emplear para intervenir con éxito muchos de nuestros grandes problemas, entre ellos la criminalidad; pero, tendrá que ser una educación participativa, no autoritaria, activa y sin adoctrinamiento, en otras palabras, tendrá que recuperar su carácter lúdico. Sobre todo, después de conocer que el 20.9% de los alumnos que ingresaron a secundaria abandonaron la escuela, según lo informó en días pasados el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

Para finalizar, hago un resumen de las propuestas:

  • Ante la reciente legalización de la producción y comercialización de la mariguana, en los EEUU; ante la falta de políticas públicas para prevenir y tratar el consumo de drogas en su territorio; y ante la negativa de controlar su comercio de armamento; nuestros recursos de seguridad deben orientarse a reducir el ingreso de armamento por nuestras fronteras.
  • De acuerdo con las recomendaciones de la ONU, debemos equilibrar el gasto en prevención y tratamiento de las adicciones con el relativo al combate a los narcotraficantes.
  • Las acciones de intervención social deben orientarse a empoderar a los grupos vulnerables para que sean capaces de desarrollar sus propios proyectos socioculturales.
  • Evitar cualquier medida que, en nombre de la seguridad o del miedo, impulse el aislamiento social, promoviendo la recuperación del espacio público.
  • Recuperar el carácter lúdico, social y formal, de la educación en sus etapas tempranas, incluso en el seno familiar.
  • Asegurar un modelo educativo participativo, no autoritario, activo y sin adoctrinamiento.

Sin duda, muchas otras acciones son necesarias; por favor, considere este texto como una simple invitación a la reflexión compartida.

 

F. Crisóstomo.


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